AUTORA

Cristina Ramón Callejo. Trabajadora Social. Col. 25-2627 

Máster en Mediación y Gestión de Conflictos. Coach ontológica y experta en inteligencia emocional. 

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RESUMEN 

Se llama valor, a algo digno de honrarse, algo bueno, válido y que cuidar  y que perdura en el tiempo, vinculado a la ética y a las actitudes, los comportamientos, las creencias y las normas. Y el título de este artículo, quiere acoger algunas reflexiones para el Trabajo Social vinculadas a la palabra escrita de esta ciencia y su valor. 

Si hay algo evidente, es que una parte fundamental de cualquier intervención social se nutre de la palabra escrita. El contacto en atención directa con las personas en el entorno profesional implica el despliegue de diferentes recursos. Hablamos frecuentemente de diarios de campo, donde recogemos el día a día, hablamos de seguimientos, para referirnos a ese proceso de contacto continuado con una persona, una familia y los soportes en papel, telemáticos o informáticos, que utilizamos para recoger toda esa información, vital en muchos casos para poder construir historias, diagnósticos sociales o anotar cuestiones importantes. 

El Trabajo Social en su práctica, es eminentemente dialógica y escritural y como tal precisa de terminología técnica, específica y adecuada para la comprensión y puesta en valor de la disciplina. 

En este artículo, se aborda la necesidad de generar desde las diferentes praxis profesionales del Trabajo Social que implican la creación de información y documentación (informes, valoraciones, diagnósticos, memorias, proyectos,…) escrita y una utilización técnica del lenguaje, que debe dar soporte al conocimiento y ser perfectamente identificable y única para la profesión. 

Palabras clave: Trabajo Social, Lenguaje técnico, Valor, Escritura, Comunicación. 

EL VALOR DE LA PALABRA 

Las palabras son importantes. La palabra escrita es importante. A través de la palabra construimos realidades nuevas que antes de la palabra no existen.     

La palabra nos acerca a los seres humanos al desarrollo de la cultura y el conocimiento y a través de ellas las personas nos encontramos en un espacio de comunicación que permite la construcción de las relaciones. 

El lenguaje es una capacidad exclusiva de la especie humana, que se construye en la interacción con otros y que resulta ser un fenómeno social (Echevarría, 2011). Desde el lenguaje somos capaces de reflexionar, razonar, interpretar y buscar explicaciones a los diferentes acontecimientos de la vida, siendo la palabra escrita una manera fundamental para reflejar, materializar, estructurar y transmitir ideas. 

En el ámbito del conocimiento aparecen dos términos relacionados con el lenguaje que conviene distinguir, uno es la terminología y otro el tecnolecto (Cuervo, 2003). 

Para estas autoras, la terminología hace referencia a las denominaciones y términos específicos que se utilizan entre personas expertas en algún área especializada y el tecnolecto sería el conjunto del lenguaje común de esa área especializada. De esta manera las personas expertas en diferentes áreas puedan reconocerse y entenderse desde una comunicación especializada con distinciones concretas, validadas por el conjunto de ese colectivo, distinciones de las hablaremos más adelante. 

Así, la terminología permite que los y las especialistas transfieran conocimiento sobre una materia estructurando el contenido en un texto especializado (Cabré, 1993). 

Según la Real Academia de la Lengua, se habla de terminología para hacer referencia “al conjunto de términos o vocablos propios de determinada profesión, ciencia o materia”. 

El tecnolecto hace referencia al lenguaje propio de una ciencia. 

Pero no solo esto es importante, también lo es el modo en el que ese lenguaje es transmitido, cómo las personas o profesionales lo hacen llegar a los diferentes interlocutores y ahí entra en juego no solo la utilización de términos o expresiones concretas sino la utilización de un lenguaje adecuado, conectado de forma correcta en la utilización de adjetivos, recursos sintácticos, tiempos verbales e incluso me atrevería a decir, madurez escritural. 

El acto de escribir es “per se” un acto de donación y entrega (Montes, 2010) pues escribimos para otras personas, para ser escuchados de otra manera, para transmitir conocimiento. Y en cada informe, en cada proyecto social, en cada texto que producimos en el ejercicio profesional, por breve que sea, hay que realizar un despliegue de recursos creativos, lingüísticos y de reflexión para nada baladís. 

Poner por escrito nuestras ideas, diagnósticos sociales o juicios profesionales supone en muchas ocasiones un desafío a nuestra capacidad para saber transmitir un mensaje, para tejer de manera sólida las ideas, saber adecuar el mensaje al lector o lectora, ser capaces de apartar nuestros propios juicios para conservar la mayor objetividad y transmitirla, encontrar las palabras exactas, no cometer errores morfosintácticos ni ortográficos y que el mensaje llegue hacia afuera de la misma manera que queremos transmitirlo. 

Como acto de comunicación, lo escritural en el ámbito profesional, cumple dos criterios: 

  • Por un lado, quienes escriben poseen un conocimiento previo de la realidad que quieren transmitir. 
  • Por otro, poseen el conocimiento sobre el uso del lenguaje de su especialidad, teniendo distinciones sobre diferentes formas expresivas, tipos de textos, en realidad, se podría decir que conocen las normas en el uso de ese lenguaje común. 

UN APUNTE SOBRE DISTINCIONES 

Utilizamos distinciones para “distinguir” cosas. Y distinguimos cosas que nombramos. Es decir que necesitamos el lenguaje. Las personas disponemos tanto de distinciones personales como de distinciones consensuadas socialmente que nos permiten entendernos y que cuando utilizamos una palabra, todas las personas comprendan de la misma manera. La palabra “mesa”, es un concepto que atribuimos a un objeto compuesto por un tablero y una o varias bases en las que se apoya. Existe un consenso común, construido de forma colectiva que permite que cuando hablamos o nombramos la palabra “mesa” sepamos de lo que estamos hablando y además todas las personas disponemos de una imagen asociada que permite realizar una representación mental del objeto. Los seres humanos, necesitamos continuamente representar mentalmente las diferentes realidades que se nos presentan, para cada cosa, para cada objeto para cada situación, nuestro cerebro realiza una representación mental y asociarlo a un símbolo, a una imagen. Y esto es así porque los seres humanos necesitamos de estas representaciones pues solo desde ahí podemos construir lo que llamamos realidad. 

Si decimos, “escojulastrón” nadie seguramente pueda saber lo que significa y tan siquiera representarlo en su cabeza. Sencillamente es una palabra inventada para la que ni siquiera existe representación, por tanto, no existe. Sin embargo, si digo “elefante rosa”, cada uno de nosotros tiene distinciones sobre elefante y sobre el color rosa. 

El médico dispone de distinciones sobre el cuerpo humano que le permiten diagnosticar, interpretar o poner un tratamiento y el arquitecto también dispone de distinciones que le permiten realizar proyectos, informes o evaluaciones. Pero en todos los casos esas distinciones ocurren en el lenguaje. Por tanto para todo aquello para lo que no haya una distinciónn lingüística, será difícil poder realizar una construcción de pensamiento. 

En Trabajo Social también existen distinciones lingüísticas, que pertenecen al lenguaje profesional y que están recogidas en manuales, diccionarios de Trabajo Social y documentos técnicos y científicos; pertenecen al tecnolecto de la profesión como acción social, antecedentes del caso, diagnóstico social, exclusión social, así como acrónimos propios de la profesión que se utilizan con frecuencia y que los profesionales identifican de manera rápida y casi automática como SAD, TAD, RMI y que en ocasiones se incluyen en informes y documentos sin la explicación o significado correspondiente lo que puede dar lugar a que las personas ajenas a la disciplina tengan dificultad en encontrar sentido o entender de qué se está hablando. 

IMPORTA LO QUE DECIMOS Y CÓMO LO DECIMOS. IMPORTA LO QUE ESCRIBIMOS Y CÓMO LO ESCRIBIMOS 

Imaginemos, que llegamos a una cita médica, con cierto malestar y síntomas como tos, malestar general, irritación de garganta, fiebre, etc.,  ….Ahora imaginemos, que el médico o la médica al recoger lo que expresamos  contesta con palabras tipo: “entiendo que tenga como “carraspera” en la garganta, que se encuentre “flojo/a” y además lo pone por escrito…… Seguramente no  lo podamos imaginar y si lo hiciéramos, esta situaciónn generaría seguramente cierta inquietud y duda sobre las competencias del o de la profesional que te está atendiendo. La cultura social, nuestras creencias y juicios, la imagen o el constructo que tenemos de un médico/a suele ser la de una persona con altas capacidades, con prestigio, a quienes concedemos autoridad para emitir un diagnóstico al que normalmente atendemos. Seguramente además ni siquiera pasaría por nuestra cabeza que una persona de estas características nos hablara o recogiera cualquier información respecto a nuestra persona en términos coloquiales o poco formales. 

Y es que independientemente de los términos específicos y únicos de la terminología del Trabajo Social, construir mensajes o textos que contribuyan a la difusión y construcción del cuerpo de la praxis y la epistemología profesional requiere reflexión y cuidado. Escribir requiere conocimientos, habilidades y actitudes (Cifuentes-Gil, 2018). 

A modo de curiosidad, resulta significativo enumerar algunos de los hallazgos realizados por Quintero (2006) recogidos en el informe final de la investigación: El Diccionario Especializado en Familia y Género y que a continuación se detallan: 

  • Maltrato de la lengua materna: expresado en polisemia, calco, ambigüedad, errores de ortografía, de redacción, de composición gramatical, de comprensión lingüística.  
  • Contenido ideológico: determinismo, evidente cuando los análisis u opiniones sobre la realidad están respaldados por las mismas expresiones o frases comunes para explicar la sociedad misma. 
  • Visiones del mundo fragmentadas que se hacen evidentes en los diferentes escritos y producciones intelectuales, debates que no incluyen vocabularios armonizados y comunes. Estos fenómenos terminológicos, que expresan deficiencias en la formación básica, se acentúan con las inconsistencias de los/as autores/as al no definir los conceptos. 

Toda la literatura escrita que se produce en la práctica profesional confiere mayor credibilidad, da un valor mayor y soporte a la acción y a la palabra hablada y deja un legado, además de comprometer a quien lo escribe en su autoría y responsabilidad (Melano, 2003). Por ello es importante que los y las profesionales impriman reflexión y pausa en la acción escritural, además de cuidar aspectos morfológicos, sintácticos y gramaticales. 

La palabra escrita queda escrita para uno/a mismo/a y para otras personas. Es el legado que se deja cuando por ejemplo se deja un puesto de trabajo y otra le releva y debe continuar lo iniciado por ese/a profesional. Es también el conocimiento que se transmite, la experiencia o la práctica profesional envuelta en literatura especializada o técnica. Y por ello requiere precisión, claridad, sencillez y técnica, evitando las prisas, las urgencias, lo imprevisto, la inmediatez.  

Algunos de los errores detectados en la lectura de diferentes documentos y soportes: 

  • Escribir todo el texto con mayúsculas. 
  • Faltas graves de ortografía. 
  • Utilización de “laísmos”, no admitidos por la Real Academia de la Lengua (la digo). 
  • Pobreza en el lenguaje (falta de adjetivos, sinónimos…). 
  • Utilización de lenguaje coloquial (“el papá, la mamá”; “le ha salido una casa para trabajar”). 
  • Falta de objetividad introduciendo juicios propios, desde el “mapa” de la persona que escribe (p.e la pobre mujer). 
  • Utilización de expresiones poco inclusivas (p.e unidad familiar compuesta por mujer marroquí y tres hijos). 
  • Utilización de acrónimos de forma excesiva, sin la explicación de sus significados para las personas ajenas a la disciplina puedan entender el texto. 

Estos ejemplos, sin ser obviamente la generalidad, sí suponen la constatación de que se hace y ocurre y al hacerlo se devalúa el trabajo, él o la profesional pierde cierta autoridad legítima para decir lo que dice y supone una pobre transmisiónn de ideas. 

Una producción importante de escritura en Trabajo Social se realiza a través de informes, a través de los cuales, los y las trabajadores/as sociales plasman una historia de la que son por un lado traductores/as, por otro dibujantes que configuran y pintan un cuadro familiar, personal, grupal o comunitario, avalando un testimonio y unos relatos, que contienen lo verbal, lo gestual, lo postural y lo emocional nacidos de la interacción en el lenguaje, en las conversaciones y por otro argumentadores  que tratan de “acercarse a la verdad” aproximándose a aquello que puede ser válido y cierto con la intención de exponer, convencer, persuadir y ofrecer verisimilitud. 

Dentro de las dificultades existentes en la escritura en Trabajo Social aparece en la cuestión de los términos que se utilizan, en su creación y precisión. 

Para Melano (2003) “el trabajador social suele usar términos escasamente definidos y presentan dificultades para construir su propia jerga, identificar palabras que sean producto de la invenciónn del campo disciplinar” (p.124). 

Por otro lado, destacar que la producción de informes sociales por ejemplo se nutre de declaraciones, actos expositivos, judicativos (aquellos que enjuician o valoran) o actos descriptivos, siendo todos ellos actos del lenguaje (Austin 1972) utilizados por los/as profesionales que a través de la palabra escrita, transmiten ideas, posiciones, descripciones y en definitiva construyen realidades nuevas que antes de la palabra no existen, por tanto no solo importa lo que se dice, sino cómo se dice y con qué intención se dice, debiendo construir con sumo esmero y cuidado textos que en numerosas ocasiones tienen una trascendencia importante. 

ALGUNAS SUGERENCIAS DE MEJORA 

Aportaciones y orientaciones para la mejora de la acción escritural: 

  • Reflexionar antes de escribir. 
  • Revisar y reflexionar sobre lo escrito. 
  • Buscar apoyo en diccionarios específicos de la profesión. 
  • Leer (literatura especializada y cualquier libro puede ser un buen maestro). 
  • Preguntarse antes de escribir ¿el qué? ¿para qué? ¿a quién? ¿cómo? 
  • Retarse en el noble oficio de la escritura tratando de dar valor añadido. 
  • No dar por válido en una primera vez. Dejar una pausa y volver sobre lo escrito para corregir, añadir, sustituir o eliminar. 
  • Pedir feedback a otro/a compañero/a. 

La escritura en trabajo social nos confiere autoridad, cierto poder sobre un hecho, un relato, una historia y al final, forma parte del cuerpo identitario de la profesión. Cuidar lo escrito es una parte más de nuestro quehacer profesional y una responsabilidad, por ello dedicarle espacio y tiempo redundará sin lugar a duda en una mejora de la calidad en la praxis profesional. 

REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS 

Austin, J.L. (1971). Cómo hacer cosas con las palabras. Paidós. 

Cabré, M. T. (2010). La terminología: representación y comunicación: elementos para una teoría de base comunicativa y otros artículos. Documentación Universitaria. https://elibro.net/es/lc/universidadcomplutense/titulos/115413 

Cuervo Caro, J. B. (2003). Aporte de las herramientas terminológicas y documentales al Trabajo Social. Análisis, 4(1), 93-112. DOI: https://doi.org/10.54114/revanlisis.v4i1.13417 

Cifuentes Gil, R. M (2018). El valor de escribir, publicar y leernos en Trabajo Social: reflexiones y aportes desde la experiencia. Prospectiva. Revista de Trabajo Social e intervención Social, 25(1),13-34.  

Echevarría, R. (2011). Ontología del lenguaje. Ediciones Gránica.  

Guarnieri, S., y Ortiz de Zárate, M. (2010). No es lo mismo. Lid Editorial. 

Melano, M. C. (2003). Escritura y Trabajo Social: del autor al lector. Alternativas. Cuadernos de Trabajo Social, 11(1), 111-129. https://doi.org/10.14198/ALTERN2003.11.8 

Montes, C. (2010). Los sentidos de la escritura: desde los itinerarios hacia los compromisos del escritor. En B, Piotrowski. El valor de la palabra en la expresión y comunicación (pp. 195 -217). Bogotá, Colombia. Universidad de La Sabana.  

Quintero Velásquez, A. M. (2006). El Diccionario Especializado en Familia y Género: Investigación terminológica y documental. Revista Interamericana de Bibliotecología, 29(2), 61-