LA IMPORTANCIA DE LA MIRADA EN LA INTERVENCIÓN SOCIAL CON ADOLESCENTES
Josefina Talavera Palomares
RESUMEN:
A la hora de realizar una intervención social con adolescentes, es importante no focalizarse en el síntoma que nos lleva a iniciarla, sino que la conducta o comportamiento viene desencadenado por múltiples factores de su contexto. En cualquier intervención social hay que tener una mirada global sobre la persona que tenemos delante, para comprenderla e interpretar de una manera más objetiva su realidad. Desde este planteamiento es importante trabajar prestando especial atención a la construcción del apego y del vínculo que tiene el/la adolescente, y el momento evolutivo en el que se encuentra.
PALABRAS CLAVE:
Adolescentes, Intervención Social, Apego, Vínculo, Familia.
ABSTRACT:
When carrying out a social intervention with adolescents, it is important not to focus on the symptom that leads us to start it, but that the conduct or behavior is triggered by multiple factors in its context. In any social intervention, it is necessary to have a global view of the person in front of us, in order to understand them and interpret their reality in a more objective way. From this point of view, it is important to work paying special attention to the construction of attachment and the bond that the adolescent has, and the evolutionary moment in which he finds himself.
KEYWORDS:
Adolescents, Social intervention, Attachment, Bond, Family.
INTRODUCCIÓN
Cada vez con más frecuencia vemos casos de padres/madres con hijos/as adolescentes cuyas problemáticas no saben de qué manera abordar. Menores con altas exigencias parentales, que presentan malestar emocional, sentimientos de soledad, intentos autolíticos, y padres/madres desbordados con falta de herramientas y conciencia de su responsabilidad en la situación de sus hijos/as. Parten desde un enfoque del problema parcial, focalizándolo únicamente en el/la adolescente o en el contexto social en el que se están desarrollando en ese momento. Nuestra labor como trabajadores sociales es ampliar la mirada al contexto familiar, social, educativo, cultural y económico, que nos ayude a comprender que les ha llevado al punto en el que se encuentran. Siendo la familia un elemento fundamental para apoyar el proceso de intervención y su implicación está directamente relacionado con la buena evolución de la situación.
Hay múltiples factores que debemos tener en cuenta a la hora de analizar una situación, pero no podemos ser tan extensos, por lo que en este trabajo se expondrán algunas pinceladas de los detalles a tener en cuenta a la hora de intervenir para poder comprender la realidad de nuestros/as usuarios/as adolescentes y sus familias.
Concretamente, reseñaremos tres factores de influencia básicos para la intervención con adolescentes, siendo la familia, el periodo de la adolescencia y el tipo de apego que presentan.
También hay que destacar que, las intervenciones tempranas para crear una experiencia vital estable en el/la individuo/a y reducir el estrés son esenciales para secundar un crecimiento saludable del cerebro durante este periodo de cambio y desarrollo (Arévalo y Santos, 2022).
En última instancia, se espera que este trabajo contribuya a una mayor comprensión de la importancia de la etapa vital y la construcción del apego en los/as adolescentes, y aportar conocimientos que puedan ayudar a mejorar la calidad de vida y el bienestar de los jóvenes.
FAMILIA
La familia es el entorno más próximo de desarrollo psicológico y de apego para los/las menores, su primer modelo de referencia y a través de ella se aprende la socialización primaria, proporcionando el marco principal en el que se desarrolla la persona. Hablamos de la infancia y de la adolescencia, donde los aprendizajes que se creen van a formar parte del repertorio conductual y emocional que se mostrará en el resto de entornos.
Durante la socialización familiar, los miembros de la familia transmiten a los/las niños/as y jóvenes una serie de aprendizajes que moldearán su identidad, comportamiento y formas de interactuar con el mundo. Estos aprendizajes incluyen no solo conocimientos prácticos y habilidades, sino también actitudes, valores, normas y creencias fundamentales que guiarán sus acciones a lo largo de la vida.
En la teoría del aprendizaje social se afirma que los humanos aprenden la mayor parte de su conducta a través de la observación de modelos. Al observar a los demás nos hacemos una idea de cómo se efectúan las conductas nuevas y, posteriormente, esa información nos sirve como guía de acción (Bandura, 1987).
Por ello, en este contexto, podemos afirmar que la familia aporta al/a la niño/a, por un lado, sentido de la identidad y autoestima, que influirá en su grado de seguridad personal y en la relación con su entorno. Y, por otro lado, le aporta sentido de responsabilidad y compromiso con las normas y límites que se le transmiten, que le ayudaran a poder desenvolverse.
Hay que tener en cuenta que existe la “memoria de procedimiento”, que se da por ejemplo en los/las padres/madres cuando incorporan a sus cuidados su historia de cuando eran niños/as. Lo que provoca que, los/las padres/madres no pueden soportar algunos aspectos de la personalidad de sus hijos/as porque les recuerda algo de su propia vida que los irrita. A la vez, hay que considerar que, puede ser difícil para la familia encajar que el malestar que presenta el/la adolescente puede ser producto de situaciones de conflicto que se han dado en el seno familiar. Haciéndose necesario que durante nuestra intervención tendremos que trabajar la paciencia, hasta que la familia pueda adquirir el grado de conciencia óptimo para avanzar.
Por lo tanto, desde el nacimiento, el núcleo familiar tiene la capacidad de ofrecer un espacio protegido y emocionalmente afectivo, que permita el buen desarrollo de las capacidades del menor a nivel cognitivo, emocional y social.
ADOLESCENCIA
La adolescencia es una etapa no solo de cambios biológicos, cognitivos y conductuales, sino también del entorno en el que se desarrolla el/la joven. Las crisis propias de la adolescencia están propiciadas por la construcción de la identidad, dándose diferentes duelos por las pérdidas del cuerpo infantil o la relación anterior con los/las padres/madres. Estos cambios afectan a la forma en que los/las jóvenes buscan la gratitud en probar cosas nuevas, conectar con sus iguales de manera diferente, sentir emociones más intensas y rechazar los modos establecidos de hacer las cosas para crear nuevas formas de estar en el mundo (Segel, 2014).
La adolescencia se encuentra entre la etapa infantil y la adultez, terminando cuando se adquiere el rol adulto, no tanto en los dieciocho años como se marca institucionalmente. Durante esta etapa se produce la poda neuronal y se aumenta la materia blanca que produce mayores conexiones neuronales. Produciéndose de manera asimétrica la maduración de las diferentes partes del cerebro. Madura antes el sistema límbico, que es el encargado de las manifestaciones emocionales, placenteras y de deseo. Por otra parte, la corteza prefrontal que es la encargada de controlar los impulsos lo hace de forma más lenta. Esto explica que los/las jóvenes actúen de forma impulsiva guiados por sus emociones. Los cambios cerebrales de la adolescencia ofrecen al mismo tiempo riesgos y oportunidades (Segel, 2014). Es necesario aprovechar la plasticidad cerebral y el aumento de la conectividad neuronal del/de la joven, suponiendo una etapa de esperanza y oportunidad para revertir situaciones conflictivas (Arévalo y Santos, 2022).
Suponiendo clave que, como gobernamos los años de la adolescencia tiene un impacto directo en como viviremos el resto de nuestra vida (Segel, 2014).
TEORIA DEL APEGO
Hace más de cuarenta años, John Bowlby escribió que los apegos íntimos a otros seres humanos son el eje alrededor del cual gira la vida de una persona. El apego se establece desde los primeros momentos de vida entre la persona cuidadora y el/la niño/a, teniendo como función asegurar el cuidado, la formación de la personalidad y el desarrollo psicológico. Bowlby, junto con Ainsworth, establecieron cuatro tipos de apego, que abordamos a continuación.
En el apego seguro aparece la ansiedad de separación y reaseguramiento al volver a reunirse con el/la cuidador/a. El/la individuo/a tiene confianza en la disponibilidad y ayuda de su cuidador/a, situación que favorecerá a explorar su entorno con mayor seguridad. Busca el contacto con su cuidador/a interactuando con él o ella. Expresa tanto sentimientos positivos como negativos. Este tipo de apego evoca sentimientos de pertenencia, aceptación y confianza, elementos cruciales para un adecuado desarrollo emocional.
El apego proporciona la seguridad al/a la niño/a en los momentos de amenaza, permitiendo el apego seguro que el/la niño/a explore, conozca el mundo y se relacione, con la tranquilidad de que la persona con quien tiene el vínculo estará disponible para protegerlo cuando lo necesite. Cuando esto no ocurre, las inseguridades y miedos afloran en el/la niño/a y su manera de interpretar el mundo y relacionarse se verá afectado, como veremos a continuación .
Los/las niños/as con estilo de apego inseguro evitativo, pueden no mostrar emoción a la hora de separarse de su cuidador/a, pero si hay evidencias físicas, como, por ejemplo, el ritmo cardiaco acelerado. Debido a su reacción carente de emociones ante el/la cuidador/a, Ainsworth creía que se trataba de niños/as con dificultades emocionales; su desapego era semejante al mostrado por los/las niños/as que habían experimentado separaciones dolorosas (Powell et al., 2020).
El/la cuidador/a se caracteriza por tener respuestas hostiles, de rechazo, rigidez y dificultad para el contacto. Pueden tener conductas intrusivas, insensibles e inconsistentes.
En el apego inseguro evitativo, el/la niño/a muestra ansiedad de separación, pero no se tranquiliza al reunirse con el/la cuidador/a. Según los/las observadores/as
parece que el/la niño/a hace un intento de exagerar el afecto para asegurarse la atención (Powell et al., 2020). Sus respuestas emocionales irán desde la irritación, la resistencia al contacto, el acercamiento y las conductas de mantenimiento de contacto.
En este tipo de apego parece que el/la cuidador/a, esta física y emocionalmente disponible solo en ciertas ocasiones, lo que hace al/a la individuo/a más propenso a explorar su entorno y a la ansiedad por separación.
En el apego inseguro ansioso ambivalente, el/la individuo/a no tiene la certeza de que la figura parental esté disponible o preparada a responder, aumentando la ansiedad del niño/a (Powell et al., 2020). La presencia del cuidador/a no le tranquiliza después de una ausencia corta.
Manifiesta ambivalencia, que se puede visualizar reaccionando hacia la madre o el padre con cólera, rechazando el contacto o la interacción y, a continuación, buscar ansiosamente el contacto. Pasa del rechazo y enfado a la búsqueda.
La exploración del mundo les genera ansiedad. Esta modalidad de apego se crea entorno a una figura parental que unas veces está disponible y otras no.
Los/las cuidadores/as se caracterizan por no rechazar a los/las niños/as, pero no contestan a sus demandas, se produce una ausencia de su disponibilidad psicológica, que convierte los cuidados en incoherentes, inconsistentes e impredecibles.
El apego desorganizado, se ha observado en el 80 % de los/las niños/as en situaciones de maltrato o abuso. Se trata de niños/as que muestran mayor inseguridad cuando se reúnen con el/la cuidador/a principal (Powell et al., 2020).
Es un modelo relacional de carácter caótico, cambiante e indiscriminado (se apegan, se desapegan para apegarse a otro, pero siempre de manera superficial). Se produce una relación desorganizada y cambiante con adultos/as, mediante comportamientos aparentemente “causales”, confusos y desorganizados. Hay una oscilación desorganizada entre la búsqueda y la evitación. Suponiendo una respuesta de ansiedad en el/la cuidador/a cuando el/la niño/a se acerca en busca de apego, y si por el contrario se aleja, la respuesta del/de la cuidador/a se canaliza mediante respuestas de rechazo.
No es de extrañar que los/las adolescentes criados/as en este contexto asuman riesgos excesivos, tengan dificultades para saber en quien confiar y parezcan autodestructivos o carentes de sentido común.
CONCLUSIONES
Nuestras experiencias en los primeros años definen quienes somos, dan forma a aquello en lo que nos convertimos; una gran parte de nuestro comportamiento esta movido por procesos mentales de los que no somos conscientes. Viendo con la teoría del apego, como los/las niños/as crean estrategias de comportamiento para estar lo suficientemente cerca de sus cuidadores/as como para sobrevivir.
Por tanto, a la hora de realizar una intervención social, y más en el caso de los/las adolescentes, dado el momento evolutivo de complejidad y oportunidad en el que se encuentran, es importante tener en cuenta muchas variables, tanto personales, familiares, sociales, culturales, que marcan el camino para entender la dinámica relacional familiar y social, dándonos las pistas necesarias para desarrollar un buen plan de intervención.
Como ya hemos visto, uno de los focos que nos puede dar las claves es la manera de vincular que ha aprendido el/la adolescente en el seno familiar, y que se desarrolla en todas las esferas de su vida. Siendo posible, apoyar el proceso de desarrollo en el que se encuentra, aprovechando la plasticidad del cerebro adolescente para introducir cambios, que le conduzcan a generar vínculos que le aporten la seguridad y la estabilidad necesaria.
Para ello, es primordial la implicación de la familia, que tiene un efecto directo en el desarrollo del/de la joven. En la medida que los padres o las madres pueden ser conscientes y reflexionar sobre los procesos internos que guían las interacciones de sus propios patrones problemáticos, se puede ir cambiando la capacidad de relación entre progenitores e hijos/as, para que exista una mayor seguridad y bienestar en el/la adolescente.
En definitiva, lo importante es generar las estrategias convenientes para que obtengan la seguridad, con los recursos que tenemos disponibles.
Me gustaría concluir con un proverbio africano muy visual del tema que nos ocupa, que es el siguiente “El niño que no fue abrazado por su tribu, cuando sea adulto quemara su aldea para poder sentir su calor”.
BIBLIOGRAFÍA
Arévalo García Gasco, M. y Santos Sanz, A. (27 de octubre de 2022). Jornada profesionales. La importancia de la salud mental en la intervención social con población juvenil. Departamentos de Servicios Sociales de San Blas- Canillejas y Servicio de Apoyo a la Inclusión Social. Ayuntamiento de Madrid.
Bandura, A. (1987). Teoría del aprendizaje social. Editorial Espasa-Calpe.
Powell, B., Cooper, G., Hoffman, K., y Marvin, B. (2020). La intervención del círculo de seguridad. Cómo mejorar el apego en las relaciones entre padres e hijos mediante la intervención temprana. Editorial Eleftheria.
Siegel, D. J. (2014). Tormenta cerebral. El poder y el propósito del cerebro adolescente. Editorial Alba.