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SONAMBULISMO SEXUAL O SEXSOMNIA: «NUEVAS FORMAS» DE PARASOMNIA

SONAMBULISMO SEXUAL O SEXSOMNIA: «NUEVAS FORMAS» DE PARASOMNIA

Autor: Ángel Cobos Frieira

Palabras Clave: Somnolencia, Sexomnia, Factor de riesgo, REM, N-REM, Videopolisomnografía.

RESUMEN

Las parasomnias son fenómenos extraños que ocurren durante el sueño, durante el adormecimiento y el despertar. El sonambulismo es una parasomnia que sucede durante el sueño NREM; sucede con frecuencia en la niñez y se atenúan en la adolescencia, aunque también puede persistir o comenzar en la edad adulta. La sexsomnia se considera una variante del sonambulismo y se caracteriza por la presencia de excitación sexual durante el episodio de sueño. Puede manifestarse a través de comportamientos sexuales no habituales, como intentar tener relaciones sexuales con la pareja o masturbarse. Existen factores de riesgo asociados a la sexsomnia, como la privación del sueño, el estrés, el contacto físico con la pareja y el consumo de drogas. El diagnóstico se realiza a través de la video-polisomnografía y el tratamiento puede incluir benzodiacepinas u otros medicamentos para reducir la frecuencia de los episodios.

Una aproximación al concepto de “sonambulismo sexual” o “sexsomnia”

Las parasomnias pueden ser definidos como fenómenos extraños que ocurren de forma episódica durante el sueño (American Academy of Sleep Medicine, 2014; Ariño et al., 2013; Shapiro et al., 2003;), aunque también durante el adormecimiento y el despertar (American Academy of Sleep Medicine, 2014; Ariño et al., 2013). Se trata de fenómenos que ocurren entre una y dos horas después de haberse dormido (Ebrahim, 2006). Las parasomnias pueden ocurrir durante el sueño sin movimientos oculares rápidos (NREM), durante el sueño con movimientos oculares rápidos (REM) o durante las transiciones hacia y desde el sueño (American Academy of Sleep Medicine, 2014).

Así mismo, las parasomnias se pueden dividir en tres grupos: parasomnias asociadas al sueño REM (parálisis del sueño aislado recurrente, trastorno de conducta del sueño REM, trastorno de las pesadillas) parasomnias asociadas al sueño N-REM (despertares confusos, el sonambulismo y los terrores del sueño), y otras parasomnias (síndrome de la cabeza explosiva, alucinaciones relacionadas con el sueño, enuresis del sueño, parasomnia debida a un trastorno médico, parasomnia debida a un medicamento o sustancia, parasomnia no especificada) (American Academy of Sleep Medicine, 2014).

El sonambulismo opera en las familias y tiene una base genética (Ebrahim, 2006). Se trata de una de las parasomnias más comunes que suceden durante el sueño NREM, ocurren con frecuencia en la niñez y se atenúan en la adolescencia (Ebrahim, 2006; Szelenberger et al., 2005); no obstante, esta también puede persistir o comenzar en la edad adulta (Szelenberger et al., 2005), aunque también puede parar en esa misma etapa (Ebrahim, 2006). A su vez, hay ciertas parasomnias que pueden generar malestar, y en ocasiones pueden producir un daño a la persona que duerme o a su pareja de cama (Andersen et al., 2005).

El comportamiento sexual durante el sueño (también llamado “Sexsomnia”, “Sleep Sex”, etc.) se considera una variante del sonambulismo, puesto que un gran porcentaje de personas que tienen sexsomnia también tienen antecedentes de sonambulismo y antecedentes familiares de sonambulismo (Ebrahim, 2006; Trajanovic et al., 2007).

Precisamente, la sexsomnia se podría situar en el mismo grupo que otras parasomnias NREM como el sonambulismo, los terrores nocturnos y los despertares confusos, cuya característica principal es el despertar parcial, dando lugar a un estado de sueño-vigilia alterado con tipos de comportamiento complejo (Shapiro et al., 2003). Sin embargo, la sexsomnia se distingue del sonambulismo en que la primera tiene una presencia frecuente de excitación sexual con activación autonómica (erección, lubricación vaginal, eyaculación, sudoración, etc.), aunque ha habido situaciones de sexsomnia sin excitación, lo que puede dificultar en cierto modo el diagnóstico (Shapiro et al., 2003).

Aún más, la singularidad de la sexsomnia es la participación de su pareja en el comportamiento sexual, aunque también se ha informado de actividad sexual en la que se ha realizado sin la presencia de otra persona (De Sousa, 2015). La sexsomnia suele manifestarse durante la primera mitad de la noche (Ariño et al., 2013). La frecuencia es muy variable en cada persona, desde un solo episodio en la vida hasta varios episodios por semana (Ariño et al., 2013). En ella, los sujetos una vez se han dormido tratan de practicar o realizar conductas o relaciones sexuales de forma poco habitual, sin que exista consciencia de ello ni recuerdo a la mañana siguiente (Ariño et al., 2013; Ebrahim, 2006; Trajanovic et al., 2007). Se trata de conductas que consisten desde el hecho de intentar tener una relación sexual con la pareja que duerme en la misma cama, o con otra persona que no es la pareja habitual y con la que tampoco comparte cama ni habitación, hasta el hecho de masturbarse (Ariño et al., 2013).

Aún más, la conducta sexual que se trata de llevar a cabo resulta ser muy diversa, y puede variar desde vocalizaciones explícitas con contenido sexual, masturbación violenta, así como actividades sexuales más complejas como el sexo oral, y penetración anal o vaginal (Andersen et al., 2005; Ebrahim, 2006). Así mismo, dentro de la sexsomnia no existe una correlación directa con sueños de contenido erótico, como si sucede en otras parasomnias como el sonambulismo, los despertares confusos y el trastorno de conducta durante el sueño REM (Ariño et al., 2013). En relación con esto, la conducta sexual durante la sexsomnia es diferente del de la vigilia: en tanto que hay algunas personas que son más delicados y cariñosos con sus parejas, otros son más directos y rudos, o incluso agresivos y violentos (Ariño et al., 2013; Rosenfeld y Elhajjar, 1998).

Cabe destacar que existe una variable de género dentro de las conductas que se dan cuando hablamos de sonambulismo sexual o sexsomnia. Primeramente, existe una mayor prevalencia de sexsomnia en hombres con respecto a las mujeres (Martynowicz et al., 2018; Rosenfeld y Elhajjar, 1998).

Por otro lado, en tanto que la sexsomnia en las mujeres se suele centrar especialmente en la masturbación y las vocalizaciones sexuales, en el caso de los hombres estos intentan consumar el coito o tocar y jugar con las partes íntimas de la mujer, como la vagina y los pechos (Ariño et al., 2013; Schenck et al., 2010). Esto podría deberse no solo a factores sociales y culturales, sino también a diferencias por sexo (Andersen et al., 2005). Por otro lado, la prevalencia poblacional de la sexsomnia es desconocida (Organ y Fedoroff, 2015); Trajanovic et al., 2007) por su rareza y probable infradiagnóstico, generado por su desconocimiento y la vergüenza de los pacientes y médicos a describirla (Andersen et al., 2005; Shapiro et al., 2003; Trajanovic et al., 2007), por lo que las aproximaciones se han centrado en la prevalencia estimada de las parasomnias en general (Organ y Fedoroff, 2015).

Factores de riesgo asociados a la aparición de la sexsomnia

Un factor de riesgo se puede definir como cualquier característica detectable de una persona o grupos de personas y que está asociada con la posibilidad de estar expuesta especialmente a desarrollar un proceso mórbido, generando un cierto tipo de daño a la salud (Senado, 1999).

En relación con esto, en el caso de la sexsomnia los factores precipitantes están relacionados con la privación del sueño o el estrés (Ariño et al., 2013; Shapiro et al., 2003; Trajanovic et al., 2007). No obstante, existen otros factores precipitantes que pueden ser el contacto físico con la pareja que comparte la cama, la fatiga o un deseo sexual anómalo (Ariño et al., 2013; Trajanovic et al., 2007).

Precisamente, hay determinadas parasomnias como el sonambulismo y el terror nocturno que suelen estar relacionados con trastornos respiratorios del sueño (Ebrahim, 2006), tales como podría ser la apnea obstructiva del sueño o el síndrome de piernas inquietas. Aún más, se ha visto que el consumo de drogas, combinado con alcohol, constituye un factor de riesgo de la sexsomnia (Ariño et al., 2013; Huapaya, 1979; Shapiro et al., 2003; Trajanovic et al., 2007), incluida la combinación de medicación a la hora de dormir, tal como pueden ser antidepresivos, neurolépticos, etc. (Huapaya, 1979; Luchins et al., 1978; Nadel, 1981).

A su vez, se ha observado la coexistencia de bruxismo y sexsomnia, aunque no se puede determinar con precisión el mecanismo de comorbilidad de estos dos trastornos del sueño puesto que no existen otros casos clínicos publicados similares, ni tampoco los mecanismos que se generan para dar lugar a la sexsomnia en lugar de otras conductas de parasomnia (Guilleminault et al., 2002).

Diagnóstico y tratamiento del sonambulismo sexual

Con el fin de detectar la existencia de la sexsomnia en un paciente, el procedimiento habitual consta de la realización de una video-polisomnografía, puesto que nos permite diagnosticar trastornos del sueño y la posible coexistencia con otros trastornos, así como su referencia de causa y efecto a episodios de sonambulismo sexual (Ebrahim, 2006; Martynowicz et al., 2018).

Así mismo, los/as profesionales especializados/s en trastornos del sueño realizarán preguntas a su paciente y a su pareja sobre los acontecimientos que surgen en la cama (Guilleminault et al., 2002; Instituto del Sueño, 2020; Martynowicz et al., 2018; Pirzada et al., 2019), y tratarán de comprobar que la misma no realiza consumo de fármacos o que tenga condicionantes que justifiquen su conducta (Instituto del Sueño, 2020; Pirzada et al., 2019). No obstante, debemos tener en cuenta que no existe un examen médico definitivo para el diagnóstico de sonambulismo o sexsomnia (Badawy, 2010).

Por otro lado, se ha observado que existe una respuesta terapéutica positiva a la sexsomnia mediante la utilización de benzodiacepinas (clonacepam), reduciendo la frecuencia de los episodios de conductas sexuales durante el sueño (Ariño et al., 2013; De Sousa, 2015; Remulla y Guilleminault, 2004; Schenck et al., 2007; Trajanovic et al., 2007 y Wills y García, 2002), dado que proporciona un sueño más profundo y reparador (Schenck et al., 2007). Aún más, se ha visto que la realización de tratamientos específicos para las apneas y los movimientos periódicos de las piernas contribuyen a reducir la frecuencia de los episodios de sonambulismo sexual y de parasomnia (Ariño et al., 2013; Ebrahim, 2006). A su vez, se ha visto que diversos antidepresivos como la sertralina o agentes gabaérgicos pueden ser empleados también, aunque muchos casos de sexsomnia no tienen descripción de tratamiento o si este resulta ser efectivo a la hora de reducir su frecuencia (Andersen et al., 2005).

Finalmente, para aquellas personas que presenten algún tipo de parasomnia, se recomiendan precauciones de seguridad y buenas medidas generales de higiene del sueño, ya que el trastorno puede verse exacerbado por la privación de sueño y otros factores diversos (Wills y García, 2002).

CONCLUSIONES

Tanto el diagnóstico como los factores de riesgo mencionados anteriormente nos pueden servir como una base sobre como intervenir con aquellas personas que pueden manifestar episodios relacionados con la sexsomnia o el sonambulismo sexual. En relación con esto, se precisa de la publicación de un mayor número de artículos científicos que realicen investigaciones más exhaustivas sobre este trastorno con el fin de poder dar mayor visibilidad a la problemática y establecer relaciones de causa-efecto más fehacientes.

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