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ESCRIBIENDO PARA ACTUAR: EL SINHOGARISMO EN EL COLECTIVO LGTBIQ+

Laura André Rodríguez y María Gil Pacheco

Resumen: Este articulo pretende dar a conocer la realidad del sinhogarismo en el colectivo LGTBIQ+, un colectivo que durante muchos años ha estado invisibilizado. Con este artículo queremos dar a conocer las razones por las que estas personas acaban sin hogar: la identidad de género e identidad sexual, así como expresar las incertidumbres que se presentan a la hora de conseguir recursos para este colectivo. Lo que pretendemos con este artículo es visibilizar y sensibilizar acerca de la realidad en la que viven las personas sin hogar que pertenecen al colectivo LGTBIQ+.

Palabras clave: LGTBIfobia, Sinhogarismo, LGTBIQ+, Sin hogar, Jóvenes.

Abstract: This article aims to make known the reality of homelessness in the LGTBIQ+ group, a group that for many years has been invisible. With this article we want to make known the reasons why these people end up homeless: gender identity and sexual identity, as well as to express the uncertainties that arise when it comes to getting resources for this group. The we intend with this article is to make visible and raise awareness about the reality in which homeless people who belong to the LGTBIQ+ collective live.

Key words: LGBTI-phobia, Homelessness, LGTBIQ+, Homeless, Youth.

Cuando hablamos de sinhogarismo o de personas sin hogar nos estamos refiriendo, en verdad, a un problema estructural que afecta a todas las sociedades y que se debe a factores de tipo social, económico y político. Se trata de un problema multidimensional que exige soluciones integrales y transformaciones sociales (Hogar Sí, s.f.). Sin embargo, esta situación no es nueva, sino que esta realidad ha estado siempre presente en la sociedad, aunque hayan tenido poca visibilidad, y, aunque no nos demos cuenta, va en aumento a medida que va pasando el tiempo.

Últimamente, gracias a todo el trabajo y todas las campañas de concienciación y sensibilización que se han ido haciendo, la sociedad está siendo más consciente de la realidad que vive este colectivo. Gran parte de esta consciencia social se ha conseguido con la pandemia de la SARS-CoV-2, ya que en un corto espacio de tiempo se ha conseguido uno de los mayores y más complicados objetivos del ámbito social, la visibilización de la extrema vulnerabilidad en la que se encuentran las personas en situación de sinhogarismo (Molinero y Sánchez, 2021).

Al hablar o al pensar en una persona sin hogar se nos suele venir a la mente la imagen de un hombre de unos 50 años, aproximadamente, el cual tiene una adicción o bien al alcohol o bien a alguna sustancia psicoactiva, con una apariencia descuidada, con mal olor y que está en la calle porque así lo ha querido. En lo que no solemos pensar, de manera inconsciente o consciente, es en un chico joven, en una mujer, en personas trans o en alguien bisexual. La realidad, por el contrario, nos demuestra que este colectivo no presenta un único perfil de persona, sino que hay tanta diversidad como personas sin hogar. Desde Hogar Sí, a través de una campaña realizada el pasado 10 de octubre (Día Mundial del sinhogarismo), pidieron, de nuevo, a la RAE (Real Academia Española) que añadiera la palabra “sinhogarismo” en el diccionario, ya que, como ellos bien dicen, lo que no se nombra no existe (Hogar Sí).

El pasado martes, 28 de noviembre de 2023, por fin, se consiguió que este término formara parte del gran listado de palabras. La RAE lo define como una “circunstancia de la persona que carece de hogar donde vivir y, generalmente, de cualquier medio de vida” (Real Academia Española, 2023, definición 1).

En España, a diferencia de otros países como puede ser Estados Unidos, no llevamos una cuenta real de cuál es el porcentaje de población que pertenece al colectivo LGTBIQ+.  Aunque carecemos de datos, desde Hogar Sí y la Fundación RAIS publicaron conjuntamente en 2016 que, aunque las personas LGTBIQ+ solo representaban el 3/5 % de la población española, cuando la representamos dentro de aquellas personas sin hogar, pasan a figurar el 35 % (2016). Es por esto por lo que nosotras, en este artículo, nos hemos querido centrar en poner de relieve cuál es la realidad y la situación que viven las personas que están en situación de calle y que, además, pertenecen al colectivo LGTBIQ+ (Lesbianas, Gais, Trans, Bisexuales, Intersexuales, Queer y de otras diversidades sexuales y de género).

Según un estudio hecho por el Observatorio de Análisis y Visibilidad de la Exclusión Social de la Universidad Rey Juan Carlos (OAVES, 2019), la razón principal por la que el colectivo LGTBI+ se encuentra en la calle es por haber sido expulsados de su domicilio debido a la discriminación sufrida por el hecho de tener esta orientación sexual. Esta salida de los domicilios familiares suele hacerse cuando las personas son jóvenes, por lo que cuando hablamos de sinhogarismo dentro del colectivo LGTBIQ+ solemos hacer referencia, mayoritariamente, a personas joven. Las personas del colectivo LGTBIQ+, suelen ser expulsadas cuando son muy jóvenes, cuando apenas tienen recursos económicos, estudios o habilidades para poder enfrentarse a la vida, quedando, así, en situación de desamparo. Muchos de estos jóvenes, no solo son expulsados de sus hogares o forzados a ello, sino que muchas veces se ven con la necesidad de migrar a otras ciudades o países donde cuenten con esa protección de la que carecen en sus entornos más cercano (MAPER LGTBIAQ+, 2023).

Es entonces cuando hablamos de que este colectivo sufre una discriminación múltiple, ya que se les expulsa de sus hogares por pertenecer al colectivo LGTBIQ+ y, al encontrarse en la calle, tienen mayor probabilidad de ser víctimas de algún delito. De hecho, el OAVES (2019) demostró en un estudio sociológico que las personas LGTBI+ que se encuentran en la calle sufren más delitos, un 17 % más, que las personas que no pertenecen al colectivo.

Son muchas las historias que Lorena Ferro relata en el artículo “Expulsados de casa al salir del armario: “Cumplí 18 y a los dos meses me echaron” que escribió para La Vanguardia. En este artículo la autora pretende dar a conocer las vivencias de las personas que debido a su orientación sexual o por su identidad de género se vieron forzadas a abandonar su hogar, debido al rechazo que generaron en su familia al “salir del armario”. Ferro (2022) cuenta historias como la de Mel, quien a los 18 años empezó a hormonarse para transicionar de mujer a hombre y, al poco tiempo, sus padres le “invitaron” a irse de casa.

Cuando hablamos de LGTBIFOBIA nos referimos a los hechos de intolerancia, discriminación o rechazo a Lesbianas, Gays, Bisexuales y Transexuales por razones de orientación sexual o identidad de género. A pesar de que cada vez es mayor el progreso en lo referente a leyes de protección, los delitos por LGTBIFOBIA todavía son una realidad mundial expresada en diversas formas, normalmente a través de agresiones físicas y verbales (La Homofobia Bifobia Y Transfobia, 2023).

A la hora de hablar de delitos de odio hacia la comunidad LQTBIQ+, normalmente se hace referencia o son más sonados los altercados que suceden en la calle, en el ámbito académico o en el trabajo. Sin embargo, cuando nos centramos en los delitos de odio en el ámbito privado, la repercusión mediática es mínima o casi nula. Este hecho, también, lo corrobora el informe realizado en 2019 por la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Trans, Bisexuales, Intersexuales y más (FELGTBI+), anteriormente FELGTB, reveló que el colectivo LGTBIQ+ recibe mayor discriminación y violencia por parte de su entorno más cercano, como es, por ejemplo, la familia. De esta manera, se desmiente la creencia de que la violencia y el rechazo provengan, sobre todo, de extraños/as/es a las víctimas. Esta fobia proveniente del entorno familiar, hace que estas personas, principalmente jóvenes, tengan miedo a revelar su verdadera identidad y/o sexualidad, puesto que temen la reacción negativa de su familia, y concretamente a que se les expulse de su hogar.

Ferro (2022), en varias de las historias que recoge en el artículo que hemos mencionado anteriormente, cuenta que cuando el/la/elle joven abandona su hogar, también se corta la relación con su círculo más cercano: amigos/as, abuelos/as, hermanos/as, pero, sobre todo, con los padres. Si nos centramos en el núcleo familiar, cuando se produce esta ruptura, estas personas pueden acabar viviendo en el sofá de algún amigo/a/e o en casa de otro familiar, como fue el caso de Mel, al cual mencionamos previamente. Sin embargo, y aunque estas soluciones hacen que no acaben en la calle directamente, al fin y al cabo, son soluciones a corto plazo y que no ayudan a generar un entorno estable ni una base en la que poder empezar a construir una vida independiente.

Ahora, sin embargo, ya no solo se enfrentan al abandono de sus familias, ahora se enfrentan, además, a una nueva dificultad: la aporofobia. Esta se define como el odio, aversión o rechazo hacia las personas en situación de pobreza (Hogar Sí, 2021). Es decir, hoy en día no solo son discriminados por el hecho de pertenecer a un grupo de exclusión debido a su identidad sexual o de género, sino que se le añade una nueva etiqueta: sin hogar. Estas personas, pues, tendrían una doble etiqueta y con ello, como dijimos antes, una doble discriminación.

Juan Daniel Ugalde, trabajador social de la Fundación San Martín de Porres, en un artículo de Susana Albarrán Méndez para El Salto Diario, pone de manifiesto esta situación y en los problemas en los que deriva: “tener que vivir en un albergue generalista donde, además, no se suele trabajar la diversidad genera muchas veces que te tengas que volver al armario porque no puedes expresarte”.

Ante estas situaciones de desamparo, las cuales cada vez son más frecuentes, entra en acción la red de asociaciones del colectivo y/o la red de personas sin hogar, ya sea de manera independiente o conjuntamente. Hemos detectado que, ante estos dos grupos de exclusión, existen muy pocos recursos a los que las personas que pertenecen a ambos colectivos puedan acudir y estar seguras y tranquilas de que no se les juzgará ni discriminará. Puesto que, aunque existan recursos para las personas sin hogar a los cuales las personas LGTBIQ+ van a poder acceder sin importar su identidad de género y/o sexual, son recursos en los que estas personas van a volver a ser vulnerables a sufrir cualquier discriminación o delito de odio, puesto que no son espacios donde no se sienten del todo seguros. Es por esto por lo que es importante que cuenten con sitios seguros en los que poder estar hasta que consigan ser independientes y puedan, por fin, desvincularse del recurso.

Aunque se pretenda dar solución a las necesidades de estas personas cubriendo con un recurso que aborde este grupo de exclusión social, no siempre va a ser posible debido a los escasos recursos de los que se disponen. Cuando no se puede abordar esta doble problemática de manera conjunta, es importante saber a qué necesidad se le va a dar prioridad (si la de sin hogar o a la de estar en un espacio LGTBIQ+ friendly) puesto que, como ya hemos dicho antes, podemos cubrir la situación de sinhogarismo, pero tenemos que tener en cuenta que existe la probabilidad de que se cometan delitos de odio contra ellos/ellas/elles provenientes de las propias personas que están utilizando ese mismo recurso.

Tras analizar cuál es la situación en la que se encuentran las personas que pertenecen a ambos grupos, queremos cerrar este artículo citando un testimonio real de un caso de una persona joven que pertenece al colectivo y que debido a ello acabó sin hogar:

Cuando adoptaron a Layla en Ucrania con cinco años era Vladimir. Sus padres le cambiaron el nombre a Marc y ahora es Layla tras empezar su transición de chico a chica. (…) con 14 años, esta joven catalana empezó a expresarse con la ropa, el maquillaje y la manera de actuar. Intentaba ir femenina, algo que sus padres no aceptaban, por lo que casi no la dejaban salir. Sufrió maltrato psicológico y físico por parte de la madre (…). Desde los 14 tenía claro que se sentía chica, pero no fue hasta los 16 que dio el paso y les contó a sus padres que era transexual aprovechando un percance en el que tuvo que venir la policía. Tenía miedo a confesarlo sin una autoridad delante. La madre lo aceptó “un poco más” que el padre, pero con 18 años su progenitora de la “nada” le dijo que debía irse de casa. Luego el padre le apremió a que se buscara trabajo en el extranjero, (..) empezó a contactar con “Ahora dónde” para que la ayudaran a tirar adelante porque no podía volver a casa. De vuelta a Barcelona y con lo ahorrado vivió de hostal en hostal hasta que se acabó el dinero, (…) sabiendo que ya no iba a volver a casa, empezó el paso a la transición. Hace seis meses que ha iniciado la hormonación y asegura que se siente muy “segura y cómoda” y “acorde con lo que soy” (Ferro, 2022).

Con este relato queríamos ejemplificar todo lo que hemos ido explicando a lo largo del artículo y ser conscientes de la magnitud de la problemática. Por el hecho de ser una mujer trans, su familia no la aceptó y la echó de casa, lo que pone de relieve lo comentado sobre la discriminación que sufren estas personas en el ámbito privado, viniendo de su propia familia. Además, vemos como la opción de emigrar a otro país fue la primera opción ante esta situación. Por último, es necesario que sigamos informándonos, trabajando y abordando esta realidad desde la dualidad, para conseguir dar cobertura a todas las necesidades que presentan estas personas.

BIBLIOGRAFÍA

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Ferro, L. (10 de julio de 2022). Expulsados de casa al salir del armario: “Cumplí 18 y a los dos meses me echaron.” La Vanguardia. https://www.lavanguardia.com/vida/20220710/8363146/jovenes-lgtbi-trans-expulsados-casa-salir-armario.html

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