DROGO(IN)DEPENDENCIA
Sara Esteban Martín, Karla González Sousa y Paula Peno Abril
Resumen: En este artículo se analizará el proceso de desintoxicación de las personas drogodependientes. Enfocándonos tanto en la propia vivencia de la persona, como el desarrollo del proceso, como cuando se les considera “desintoxicados”. Así como el proceso y vivencias de sus familiares o personas cercanas a su entorno antes, durante y después del proceso. Por último, expondremos en qué problemáticas sociales tiene un mayor impacto y las necesidades de tratamiento por parte del Trabajo Social.
Palabras Clave: Desintoxicación, Drogodependencia, Trabajo Social, Familia, Adicción, Coadicción, Prisión, Salud Mental y Calle.
DESINTOXICACIÓN EN PRIMERA PERSONA
En primer lugar, vamos a analizar el proceso de deshabituación desde la perspectiva de las personas adictas, mediante el análisis de once entrevistas a personas que han finalizado este proceso (2021).
El primer aspecto que estudiar es la vida de los/as individuos/as antes de comenzar con el consumo y el proceso que siguen hasta desarrollar un Trastorno de Consumo. Principalmente antes de comenzar a consumir se observan malas dinámicas familiares, exclusión escolar, problemas para establecer relaciones interpersonales, problemas de gestión de las emociones, falta de límites, padres adictos, maternidad prematura y presión por aprovechar la juventud.
A la hora de comenzar a consumir relatan iniciar con porros y alcohol, posteriormente pasar a cocaína, metanfetaminas y lo considerado “drogas duras”. Para dar este paso los motivos fueron principalmente estar bebiendo, con amigos o ambas y que estos ofreciesen a probar. Más adelante seguían consumiendo sin darse cuenta de que se estaban enganchando porque les hacía sentirse mejor y anestesiar aquello a lo que no estaban preparados para enfrentarse. Después de esta etapa comienza el abuso de la sustancia.
Cuando se da el abuso de las sustancias puedes llegar a hacer cosas que nunca pensarías que podrías llegar a hacer como: “Ver que todo te supera, que tienes un problema, pero la necesidad de consumir es más fuerte, llega un momento en el que te miras al espejo y no eres capaz de reconocerte”, todas tus capacidades se merman tanto a nivel físico como mental, llegando a robar, agredir para conseguir la dosis o en el caso de las mujeres prostituirse una vez habían gastado todo el dinero o “descender desde un cuarto piso, en el que estaba encerrado para no consumir”.
En el caso de estas personas llega un momento de inflexión en el que realmente cobran consciencia sobre el problema y su gravedad, decidiendo pedir ayuda. Así es como detallan estos puntos (muchos son comunes): “Cuando acabo en situación de calle y me encuentro con mi hija”, “cuando te ves en situación de calle”, “cuando te ves completamente solo”, “cuando me miré al espejo y no me reconocí a mí misma” y “cuando me detuvieron”. Este paso es el más complicado y duro de todos, debido al choque de realidad que supone en el que te das cuenta de la gravedad del problema y todo lo que los ha llevado a hacer.
En cuanto al proceso de desintoxicación lo describen como un proceso complicado en el que se entra con mucho temor, “no es un proceso lineal puesto que se supera a base de entrar y salir de muchos centros con numerosas recaídas”, destacan como motor para continuar la ayuda de fundaciones o redes de apoyo familiares (principalmente la madre) y al personal de rehabilitación. Destacan la ayuda que proporciona ver y hablar con otras personas que han pasado por lo mismo. A pesar de las recaídas, describen el proceso como largo, gratificante, pero muy complejo, destacan como desencadenante de las recaídas el alcohol, por lo que deberíamos plantearnos su aceptación social. Definen el comenzar a mejorar como el salir de un coma, ya que no se percibían conscientes de lo que estaba pasando.
De acuerdo con el DSM-V el Trastorno por consumo de sustancias, afecta a los órganos internos provocando graves dolores hasta el punto en que el/la enfermo/a pueda llegar a cuestionar la idoneidad del tratamiento. Es un trastorno en el que el tratamiento consiste en mantener la abstinencia a lo largo de la vida, por lo que como bien relatan los/as entrevistados/as es una enfermedad con la que convives eternamente cuidando hábitos y tratando de no recaer. Esto lo consigue reflejar a la perfección una de las entrevistadas con la oración:
«Nunca puedo decir que soy exdrogadicta, ya que el ex me lo tengo que ganar todos los días”.
El consumo los ha llevado a perder la familia, los valores, la imagen social, puesto que notan el estigma de ser adicto/a sobre ellos/as por parte de la mayoría de la gente pese a haber sido capaces de deshabituarse, en ocasiones la dignidad e incluso parte de su vida.
Actualmente relatan tener vidas plenas, en la que consideran haber vuelto a ser personas, dar un mayor valor a la familia, tener ilusión por el trabajo, viajar, salir el fin de semana haciendo aquello que realmente les, llena, disfrutar de sus hijos e incluso nietos, hacer aquello que no se veían capaces de hacer antes de superar la adicción, las cuales pese al sacrificio que deben hacer todos los días merecen la pena.
ENTORNO FAMILIAR
El entorno familiar de la persona adicta es casi tan complejo como la enfermedad de adicción en sí. Para comprender bien las dinámicas que se desenvuelven en el círculo más cercano del/de la adicto/a necesitamos entender el concepto de coadicción o codependencia. La coadicción es un estado emocional que sufren las personas cercanas al adicto y, normalmente, crece a la vez que la enfermedad de la adicción. Esta se caracteriza por la ansiedad, tristeza, enfado y confusión. Una frase que podría resumir este estado podría ser: “Si mi familiar adicto está bien, yo estoy bien; pero si está mal, yo estoy mal” (Forum Salud Mental Madrid, 2020).
Con el fin de entender bien este estado paralelo a la adicción que sufren los familiares y amigos/as más cercanos, entrevistamos a algunos familiares de adictos: Lidia y Nerea, madre e hija, respectivamente, de Marcos, un hombre adicto (todos los nombres han sido cambiados para respetar su privacidad y mantener el anonimato).
Lidia nos cuenta cómo su vida, desde que Marcos empezó a consumir, ha girado en torno a él, cómo dejó de lado a su otra hija y a su marido para volcarse en su hijo. Ella lo define como una obsesión profunda. Vivía obsesionada por ayudarle, obsesionada porque él estuviera bien, que se cuidara él mismo y a su familia, por olvidar las mentiras… Lidia se dedicó durante años a intentar que se curara, pensaba que ella le podía curar.
La adicción lleva consigo muchas mentiras y mucho encubrimiento por parte de la familia. Nadie habla de ello, Nerea nos da un muy buen ejemplo de ello: «Es como si hubiera un elefante rosa en el salón. Pero nadie habla de él, todos hacíamos como si no estuviera».
Tanto Lidia como Nerea explican que toda la familia hacía esfuerzos por ocultar lo que estaba pasando. No contaron nunca sus problemas a amigos/as ni lo hablaban entre los/as familiares. Si algún día Marcos no llegaba a casa, Nerea lo ocultaba, no quería preocupar a nadie y menos a su abuela, que ya estaba bastante preocupada.
Muchas veces Marcos salía de casa y no volvía, se podía pasar tres o cuatro días sin ir a casa ni coger el móvil para avisar, al menos, de que estaba bien. A veces llegaba a estar incluso una semana entera sin dar señales de vida. Lidia nos cuenta esto con un dolor profundo al recordarlo, ha estado noches enteras despierta esperando a que llegara o a que llamara su nieta para decirle que ya estaba en casa y que estaba bien. Eso era lo que más deseaba en estos momentos, pero no podía evitar pensar que algún día llamaría alguien para decirle que su hijo había muerto.
Los familiares coadictos, al igual que las personas adictas, suelen sentir mucha culpa (Fundación Hay Salida, 2019). Lidia cuenta cómo cree que ella podría haberse dado cuenta antes, que siente que es su culpa por su forma de educarle o por cómo gestionó las situaciones. La culpa, el dolor y el miedo han estado en ella desde que su hijo comenzó a consumir. Sentía todo esto por varios motivos: el principal era que su hijo estuviera tan mal, pero también por haber descuidado tanto la relación con su otra hija y con el resto de sus familiares.
Por otro lado, los familiares de la persona adicta suelen tener mucha desconfianza generada por las grandes y abundantes mentiras que les ha proporcionado siempre su familia. Tienden también a querer controlar todo lo que hace la persona adicta. Nerea nos cuenta que ella, cuando tenía la oportunidad, le miraba el móvil a su padre, con quién hablaba, la galería, dónde había estado… No podía evitarlo, por mucho que le dolieran las cosas que veía.
Nerea, como hija de una persona adicta, desde muy pequeña empezó a asumir roles que no le tocaban con su edad. Hacía ella la compra y la comida muchas veces, se encargaba de que su hermana pequeña hiciera sus deberes, se bañara, etc. Nerea siempre se preocupaba por que su hermana no viera nada de lo que ella tuvo que ver ni viviera cosas similares, por eso siempre evitaba que se quedara sola con su padre. Nerea era más que consciente de la falta de responsabilidad que Marcos tenía y de que no era capaz de cuidar de su hermana pequeña, por eso asumía estos roles.
Marcos ingresó en un centro de desintoxicación y actualmente lleva un año y once meses sin consumir. En ese centro todo funciona mediante terapias grupales y cada semana había una terapia grupal para los familiares.
Lidia y Nerea nos han explicado que estas terapias en grupo las han ayudado mucho. Al ser algo que nunca hablaban con nadie y ver a otras personas en su misma situación se sintieron muy aliviadas. Se han sentido siempre escuchadas y muy a gusto en ellas.
Algo que nos cuentan que les ayudó mucho al principio fue escuchar los testimonios de otras madres e hijas contando cómo había mejorado su familiar desde que entró en este centro.
ANÁLISIS SOCIAL
El proceso de desintoxicación es un camino difícil y complejo que ya afecta a gran escala en la vida de una persona, es por ello que aquellos grupos socialmente excluidos como los que se encuentran en prisión, los que están en situación de calle y aquellos con problemas mentales, son más vulnerables para el proceso que personas que no se encuentran en riesgo de exclusión.
PERSONAS EN SITUACIÓN DE CALLE
En las personas sin hogar, la lucha contra la adicción se complica por la falta de un entorno estable, ya que estas personas no pueden acceder a servicios básicos de la vida diaria, como una vivienda o alimentos, por eso este colectivo es más vulnerable ante una adicción. La vida en la calle, con sus innumerables incertidumbres y adversidades, hace que el entorno en el que la adicción a las drogas no solo sea un escape de la dura realidad en la que se encuentran, sino que también puede ser una cuestión de sus anteriores vivencias que hayan hecho que sea su único método supervivencia.
Antes del proceso, las personas en situación de calle suelen experimentar un aislamiento social significativo, mucha discriminación y estigmatización, así como un acceso muy limitado a los servicios de salud. También antes de iniciar el proceso, es fundamental entender que su adicción puede estar unida a malas experiencias y duras condiciones de vida que han pasado por estar en situación de calle. Para ellos mismos también es difícil ya que quieren salir de una situación en la que si no tienen un entorno seguro, es muy probable que no lo consigan.
El proceso de deshabituación para una persona en situación de calle es muy desafiante, la falta de un entorno seguro y estable hace que durante el proceso sea complicada la total recuperación. Los síntomas de abstinencia son muy serios y si la persona no cuenta con el apoyo adecuado, es común que recaiga más fácilmente.
Para que consigan una recuperación estable, es fundamental que los programas de tratamiento sean accesibles, flexibles y comprensivos en el que aparte de la desintoxicación médica, también puedan brindarles apoyo para abordar las problemáticas que surjan de la adicción y las necesidades básicas como una vivienda, alimentación y la atención médica.
PERSONAS EN PRISIÓN
Las personas que se encuentran en prisión ya se encuentran en una situación difícil y delicada, esta se agrava aún más en el caso de las personas que quieran desintoxicarse de las drogas, debido a las circunstancias emocionales y psicológicas que surgen del entorno en prisión.
Un obstáculo clave, es que solo una pequeña parte de los/as reclusos/as que quieren recibir el tratamiento pueden acceder a él. Esta falta de tratamiento inadecuado y tardío hace que tengan
una alta probabilidad de recaer en la adicción, que desgraciadamente, muchas veces termina en sobredosis.
Para que el tratamiento funcione, debe comenzar dentro de prisión y con un seguimiento en la participación en terapias y programas tras la puesta en libertad (National Institute of Drug Abuse, 2020). El principio del proceso se vuelve complicado por las circunstancias en las que se encuentran, sobre todo porque a pesar de estar en una prisión, hay mucha droga y es muy fácil el acceso a sustancias. Una vez que comienza el proceso de desintoxicación, experimentan una dura etapa tanto física como psicológica. Los síntomas de abstinencia pueden llegar a ser mortales y las instituciones penitenciarias tienen recursos médicos muy limitados, a menudo no están equipadas para proporcionar la atención necesaria para manejar esos síntomas.
La recuperación en prisión es muy complicada por los desafíos mentales y emocionales que implica, pero lo más importante es el momento de la puesta en libertad, que en caso de que no sea efectiva, habrá muchas más posibilidades de recaer, porque muchos de ellos/as pueden sentirse desmotivados/as o sin esperanza.
PERSONAS CON TRASTORNO DE SALUD MENTAL
La desintoxicación en personas con trastornos mentales enfrenta un desafío aún mayor que en los anteriores grupos, ya que en este caso hay una interacción entre la adicción y la salud mental. Esta experiencia es personal y varía significativamente de un/a individuo/a a otro/a, pero es cierto que hay ciertos aspectos comunes que se destacan en muchos casos.
Para las personas que luchan contra el abuso de sustancias y las enfermedades mentales, reconocer la necesidad de tratamiento a menudo se asocia a la estigmatización y el miedo. El estigma de las enfermedades mentales y la adicción pueden llevar al aislamiento, la negación de recibir un tratamiento, incluso a acabar con las ganas de buscar ayuda. Estos factores de manera combinada hacen que una persona sea más vulnerable y se sienta incomprendida.
Una vez tomada la decisión de querer cambiar esa patología dual, es necesario observar a la persona cuando este bajo los síntomas de abstinencia, ya que al tener una enfermedad mental y dejar las drogas, pueden empeorar los síntomas de la enfermedad existente, como la ansiedad, depresión o los trastornos psicóticos. Es muy importante controlar la situación porque, si no se trata adecuadamente, el estrés se acumula y puede llevar a situaciones de emergencia muy graves para la persona.
Además, la desintoxicación puede revelar o intensificar otros problemas de salud mental que han quedado ocultos o que no se han gestionado bien. Por ejemplo, una persona que ha estado abusando de las drogas como una forma de automedicación para una enfermedad o síntomas no diagnosticados o no tratados. Sin las drogas, los síntomas se vuelven mucho más graves, es por ello que se requiere de una atención más especializada y cuidadosa.
El entorno de la persona en el momento de la desintoxicación es esencial, su entorno debe ser de apoyo, comprensivo y adaptado para hacer frente a las necesidades de su enfermedad como de la adicción. Sin embargo, la realidad es diferente, ya que hay muchas personas que no cuentan con ninguna red de apoyo ni con los recursos suficientes y esto hace que el proceso sea aún más difícil.
Tras la desintoxicación es muy importante que estas personas sigan contando con un apoyo continuo y que tengan la oportunidad de acceder a los servicios de salud mental, para seguir con el tratamiento, sino el riesgo de recaída es mucho más alto.
Para obtener una recuperación positiva, el tratamiento debe ser individualizado e integral que aborde tanto la adicción como la enfermedad mental, y un entorno de apoyo que le anime en la recuperación y en su bienestar a largo plazo.
CONCLUSIÓN
Tras haber escuchado numerosos relatos sobre la realidad de las personas con trastorno por consumo de sustancias, queremos resaltar algunas ideas. En primer lugar, concienciar sobre la peligrosidad de la aceptación social del consumo de alcohol en España, puesto que las personas que comienzan a consumir o recaen lo hacen acompañados de esta sustancia. Además, queremos recalcar que es un trastorno, no una opción, con la que se debe luchar cada día.
Por otro lado, el trastorno por consumo de sustancias desestabiliza mucho a toda la familia de la persona afectada, provocando en los miembros de este gran malestar psicológico. Por ello creemos conveniente la necesidad de realizar intervenciones también en el círculo cercano de estas personas, y puedan así aprender a gestionar la situación y poder disminuir ese malestar en la medida de lo posible.
También hemos visto cómo afecta el proceso de desintoxicación a grupos vulnerables como las personas sin hogar, personas que se encuentran en prisión y las personas con trastornos mentales. Como se ha podido observar, estos colectivos no disponen de los recursos necesarios para poder paliar su adicción. Creemos que se debería invertir más en este tipo de recursos, para que puedan optar por mejores condiciones de vida y a desarrollarse de forma autónoma.
Referencias bibliográficas
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