Alicia García

A lo largo de la historia siempre han existido diferentes tipos de violencia entre las personas, si bien la sociedad ha ido evolucionando en nuevas formas para resolver los conflictos y crear un entorno más justo e igualitario para todos. Sin embargo, todavía dentro de los colegios persisten diferentes formas de violencia física o verbal, que hay que combatir, como también indica Fernández (2017).

Con la aparición de Internet y las redes sociales, las formas de violencia en las aulas se han incrementado en duración, frecuencia y medios. Cuando antes se limitaban en el espacio del colegio, ahora persiste en todo momento gracias al impacto de las redes sociales en su día a día (Alonso, 2018). Causando en las victimas un auténtico infierno, sin tiempo para descansar del mismo, produciéndoles desde enfermedades mentales tipo depresión, hasta llegar a provocarse autolesiones o incluso a quitarse la vida. Suponiendo para sus familias, una gran impotencia y frustración, sin poder llegar a saber que hacer o como ayudarles para que esta violencia no se siga produciendo.

Es por ello, que desde un tiempo la administración, los colegios y organizaciones o grupos sociales se han empezado a organizar y crear diferentes protocolos de actuación, para evitar que la víctima siga sufriendo ese acoso y esto le siga dañando. Hasta ahora la intervención se enfocaba de forma lineal, pero el enfoque de intervención que se debe realizar es multidisciplinar, dado que es una problemática multidimensional que afecta a diferentes áreas.

Aunque es importante indagar sobre la relación agresor-víctima, es necesario conocer también las demás dimensiones, pues en esta problemática, hay otras personas ya sea directa o indirectamente en esta realidad. Es, por tanto, necesario conocer todos los datos para poder crear el proyecto de intervención adecuado, para poder cambiar esa realidad, pues al fin y al cabo la profesión de un/a trabajador/a social, consiste en cambiar la sociedad y mejorarla.

La intervención es conveniente enfocarla desde una dimensión sistémica y terapéutica, usando como técnica la entrevista, para poder obtener toda la información necesaria y con ello realizar un correcto diagnóstico. Por otro lado, la intervención que se realice con la víctima es necesario que se realice con un enfoque teniendo en cuenta las circunstancias en la que se encuentra, al fin y al cabo, el bulling es una problemática que afecta a su entorno familiar, amigos/as y compañeros/as de aula. Esta intervención tiene que ir enfocada a que la víctima pueda recuperar la calma, para por un lado no culpabilizarse sobre la situación y por otro, el poder enfrentarse con sus agresores, sin hacerlo con agresividad o violencia.

Otro punto que, si la situación de bulling lo permite, sería adecuado el uso de la mediación por parte de alguien externo, para poder no solo resolver el conflicto, sino poder conseguir que haya una reparación y reconciliación de las partes. En el uso de esta herramienta es muy importante ya que con las premisas de confianza, empatía y libertad pueda llegarse a una correcta resolución, y por supuesto estén de acuerdo todas las partes afectadas.

En esta actuación es necesario conocer los recursos existentes, en especial de la temática del acoso escolar, pues en el caso de que el/la agresor/a no sea también parte del entorno educativo, el planteamiento de la intervención no es el mismo, para lo cual se hace adecuado dicho conocimiento de los recursos, para dirigirle al programa correcto, si fuera necesario.

Como en cualquier situación en la que es necesaria la intervención de un/a trabajador/a social, es conveniente seguir las siguientes fases (Álvarez, 2015):

  • Detección de la situación. Es la parte más difícil pues en muchos casos solo se sabe que está sucediendo por diversos indicios, pues la víctima en muchas ocasiones no cuenta lo que le sucede.
  • Diagnóstico del caso. Investigación y planteamiento de las propuestas iniciales.
  • Plan de actuación. Qué que se decide seguir.
  • Evaluación y seguimiento.

Lo que hay que tener muy claro, es que, durante todo el proceso, la función primordial por parte del/de la trabajador/a social, es que tiene que hacer por un lado de intermediador entre el entorno familiar y las diferentes instituciones que intervienen, con un apoyo y acompañamiento social, con una perspectiva enfocada o centrada en la persona, en un planteamiento humano de la referida intervención.

Por tanto, podemos concluir que debemos continuar investigando sobre estas situaciones para poder llegar a enfocar o crear un protocolo que sea más eficiente y efectivo, y pueda evitar que se sigan produciendo este tipo de situaciones. En especial, considero que se sigan realizando, o incluso aumentando, diferentes tipos de actividades que sean preventivas de este tipo de violencia, o cualquier otro, porque aunque no sea excusar la responsabilidad del/de la agresor/a cuando se trata de menores, en muchas ocasiones puede influir el desconocimiento de que lo que están realizando no es una broma sino algo que está haciendo daño a otra persona; y en consecuencia llegando a cometer un delito, que a ellos/as mismos/as en un momento de su trayectoria vital le puede afectar negativamente en diferentes ámbitos de su vida. Aún nos queda mucho recorrido que hacer para esta tipología de violencia no se repita, o incremente.

Referencias bibliográficas

Alonso, I. (2018). Propuesta de intervención para la prevención del acoso escolar en educación primaria [TFM, Universidad internacional de La Rioja].

Alvarez, G. (2015). Intervención con adolescentes víctimas de cyberbulling: un abordaje desde el trabajo social. Trabajo Social Hoy (74), 75-92.

Fernandez, L. (2017). La figura del trabajador social en los equipos de orientación y educación psicopedagógica y su implicación en el acoso escolar [TFG, Universidad de Valladolid].

Rodriguez, R. (2019). Bulling la importancia de la intervención del trabajador social en el ámbito educativo [TFG, Universidad Pontificia Comillas].