Sonia García-Aguña, Daniel Fernández-Roses y Pablo de Gea Grela

Trabajadoras Sociales e investigadoras predoctorales

La Real Academia Española en su primera acepción define soledad como la “carencia voluntaria o involuntaria de compañía” (Real Academia Española, s.f.). Sin embargo, como podemos imaginar, definir la soledad no es una tarea ni tan sencilla, ni tan simplista, pues se trata de un constructo complejo, aunque natural, y que incluye aspectos psicosociales. Además, algo que complejiza más su definición, es que en muchas ocasiones se relaciona erróneamente con vivir solo/a, o con disfunciones a nivel psicológico (Nilsson et al., 2006; Tiwari, 2013).

Pero, entonces, ¿qué es la soledad?

La investigación empírica y los esfuerzos por hacer una definición concreta comienzan en torno a 1980 desde las Ciencias Sociales y la Psicología. Perlman y Peplau (1981) conceptualizaron el fenómeno como una conjunción de tres aspectos, el cognitivo, el refuerzo social, y las necesidades de intimidad, señalando como tres características comunes la deficiencia en relaciones interpersonales, que es una experiencia subjetiva (a diferencia del aislamiento, como veremos a continuación), y que genera estrés y malestar. Asi, Perlman y Peplau (1981), definen soledad como:

The unpleasant experience that occurs when a person’s network of social relations is deficient in some important way, either quantitatively or qualitatively; and although loneliness may at times reach pathological proportions, we are mostly concerned with «normal» ranges of loneliness among the general public. [La experiencia desagradable que ocurre cuando la red de relaciones sociales de una persona es deficiente en algún aspecto importante, ya sea cuantitativa o cualitativamente; y aunque la soledad puede en ocasiones alcanzar proporciones patológicas, lo que más nos preocupa son los rangos «normales» de soledad entre el público en general] (p. 31).

Asimismo, algunos/as otros/as autores/as diferencian tres ámbitos, el íntimo (soledad emocional), escasa proximidad con familiares y amistades (soledad relacional), o el sentimiento de poca valoración externa (soledad colectiva) (Cacioppo y Cacioppo, 2014; Nicholson, 2012; Ong et al., 2016).

En esta línea, y con una definición más actual y vigente en España, el Observatorio Estatal de la Soledad No Deseada [SoledadES] (s.f.), define la soledad no deseada como el sentimiento subjetivo de no tener la cantidad/calidad deseada de relaciones sociales o, de forma más concreta, “la experiencia personal negativa en la que un individuo tiene la necesidad de comunicarse con otros y percibe carencias en sus relaciones sociales, bien sea porque tiene menos relación de la que le gustaría o porque las relaciones que tiene no le ofrecen el apoyo emocional que desea”.

Por su parte, es necesario precisar que el aislamiento social, a veces utilizado también indistintamente como sinónimo de soledad, es la falta sustancial de contactos sociales que puede medirse de manera objetiva (SoledadES, s.f.). Es, por tanto, el hecho objetivo de contar con mínimo contacto con otras personas.

1. ¿Existe una soledad deseada?

Si las definiciones de soledad señalan insatisfacción, malestar, sentimiento desagradable, o experiencia personal negativa con las relaciones sociales, ¿podemos hablar de soledad deseada? Partiendo de esa premisa, significaría que las personas eligen sentir malestar psicosocial. En este punto creemos que es necesaria, una distinción que apunte a:

En esta misma línea, el Instituto de Mayores y Servicios Sociales (IMSERSO) (2021), hace una propuesta similar a la que aquí planteamos:

Figura 1.

Diferenciación entre términos relacionados con la soledad

Fuente. IMSERSO (2021).

Pero, como hemos apuntado, no podemos quedarnos en lo superfluo. Esta diferenciación se complejiza cuando se aborda desde perspectivas interseccionales, donde es esencial comprender las estructuras de poder que influyen en la experiencia de la soledad. De hecho, algunos/as autores/as como Rokach et al., (2000) señalan que, en muchas culturas, la soledad no se define desde el malestar, sino como oportunidad para la introspección y el crecimiento personal, fuente de creatividad y libertad (Long y Averill, 2003).

Tampoco podemos olvidar la influencia no solo psicosocial desde un plano más micro, sino de la estructura social a nivel macro. Desde una perspectiva interseccional, las barreras sociales estructuradas por el patriarcado, el racismo, el edadismo y la homofobia condicionan cómo las personas experimentan la soledad, y no solo la percepción subjetiva individual (Hooks, 2000).

Este factor macro, se señala explícitamente en pocas ocasiones, pero las sociedades individualistas se conforman como un modelo que favorece la soledad (Ågren y Cedersund, 2018), de la misma manera que lo hacen los miedos sociales en ella generados, como el rechazo, la pérdida de identidad, o el edadismo (Robertson, 2019).

Por tanto, el concepto de soledad no deseada refuerza las normas sociales que dictan lo que es deseable en términos de relaciones y compañía, una discrepancia entre las relaciones que una persona tiene y las que desearía tener (Hawkley y Cacioppo, 2010) en las que autores como Butler (2004) sostienen que estas expectativas están marcadas por moldes heteronormativos y capitalistas.

2. Un concepto que aúna lo micro y lo macro: La soledad estructural

El concepto de «soledad estructural» representa un enfoque más profundo y crítico de la soledad, que va más allá de la experiencia subjetiva individual o el aislamiento social objetivo. Se refiere a un tipo de soledad que no es simplemente el resultado de la insatisfacción o del malestar personal, sino que está enraizada en las estructuras sociales, económicas y políticas que configuran nuestras vidas. Desde esta perspectiva, como mencionábamos anteriormente, la soledad no es únicamente un problema personal, sino un fenómeno estructural derivado de las desigualdades sistémicas que afectan a distintos grupos de manera desigual.

Silver (1994) y Levitas (2005) argumentan que estas barreras crean formas de exclusión social que generan soledad estructural, tendencia en aumento según Harvey (2007) dado que el neoliberalismo ha debilitado las instituciones colectivas, exacerbando el aislamiento y la fragmentación social.

Un ejemplo concreto de esto lo encontramos en el caso de las mujeres, especialmente en contextos de precariedad, pues enfrentan una doble carga de trabajo doméstico y emocional que en muchas ocasiones impide el acceso a apoyo recíproco (Hooks, 2000). Las políticas neoliberales que han desmantelado los sistemas de apoyo social han dejado a las personas mayores, sobre todo mujeres, más expuestas a la soledad estructural (Phillipson, 2013).

3. Una apertura a la reflexión más allá de lo conceptual.

Combatir la soledad estructural requiere más que soluciones individuales. Se necesita un cambio estructural que aborde las causas subyacentes de la precariedad laboral, las desigualdades de género, el racismo y la exclusión social. Y, para todo ello, es preciso plantearnos si las definiciones base sirven para esto, o para generar aún más confusión. Si seguimos definiendo soledad en la línea del malestar, es pertinente revisar, por tanto, los conceptos de soledad deseada y no deseada.

REFERENCIA BIBLIOGRÁFICA

Ågren, A., y Cedersund, E. (2018). Reducing Loneliness Among Older People-Who is Responsible? Ageing & Society, 40(3), 584-603. https://doi.org/10.1017/S0144686X18001162

Butler, J. (2004). Undoing Gender. Routledge.

Cacioppo, J. T., y Cacioppo, S. (2014). Social Relationships and Health: The Toxic Effects of Perceived Social Isolation. Social and Personality Psychology Compass, 8(2), 58-72. https://doi.org/10.1111/spc3.12087

Harvey, D. (2007). A Brief History of Neoliberalism. Oxford University Press.

Hawkley, L. C., y Cacioppo, J. T. (2010). Loneliness Matters: A Theoretical and Empirical Review of Consequences and Mechanisms. Annals of Behavioral Medicine, 40(2), 218-227. https://doi.org/10.1007/s12160-010-9210-8

Hooks, B. (2000). Feminist Theory: From Margin to Center. Pluto Press.

Instituto de Mayores y Servicios Sociales (2021). Informe 2018. Las personas mayores en España. https://imserso.es/el-imserso/documentacion/estadisticas/informe-2018-personas-mayores-espana

Levitas, R. (2005). The Inclusive Society: Social Exclusion and New Labor. Macmillan.

Long, C. R., y Averill, J. R. (2003). Solitude: An Exploration of Benefits of Being Alone. Journal for the Theory of Social Behaviour, 33(1), 21–44. https://doi.org/10.1111/1468-5914.00204

Nicholson, N. R. (2012). A Review of Social Isolation: An Important but underassessed Condition in Older Adults. The journal of primary prevention, 33(2-3), 137–152. https://doi.org/10.1007/s10935-012-0271-2

Nilsson, B., Lindström, U. A., & Nåden, D. (2006). Is Loneliness a Psychological Dysfunction? A Literary Study of the Phenomenon of Loneliness. Scandinavian journal of caring sciences, 20(1), 93-101. https://doi.org/10.1111/j.1471-6712.2006.00386.x

Observatorio Estatal de la Soledad No Deseada. (s.f.). La soledad no deseada. https://www.soledades.es/la-soledad-no-deseada

Ong, A. D., Uchino, B. N., & Wethington, E. (2016). Loneliness and Health in Older Adults: A Mini-Review and Synthesis. Gerontology, 62(4), 443–449. https://doi.org/10.1159/000441651

Perlman, D., y Peplau, L. A. (1981). Toward a Social Psychology of Loneliness. In R. Gilmour, y S. Duck (Eds.), Personal Relationships: 3. Relationships in Disorder (pp. 31-56). Academic Press.

Phillipson, C. (2013). Ageing. Polity.

Real Academia Española. (s.f.). Soledad. En Diccionario de la lengua española. https://dle.rae.es/soledad

Robertson, G. (2019). Understanding the Psychological Drivers of Loneliness: The First Step Towards Developing More Effective Psychosocial Interventions. Quality in Ageing and Older Adults, 20(3), 143-154. https://doi.org/10.1108/QAOA-03-2019-0008

Rokach, A., Bacanli, H., y Ramberan, G. (2000). Coping with loneliness: A cross-cultural comparison. European Psychologist, 5(4), 302–311. https://doi.org/10.1027/1016-9040.5.4.302

Silver, H. (1994). Social Exclusion and Social Solidarity: Three Paradigms. International Labour Review, 133(5-6), 531-578.

Tiwari, S. C. (2013). Loneliness: A disease? Indian Journal of Psychiatry, 55(4), 320–322. https://doi.org/10.4103/0019-5545.120536